Juan Luis Manfredi, Universidad de Castilla-La Mancha
El semestre europeo se antoja importante en la construcción de la idea de Europa. Los fondos procedentes del plan de recuperación (Next Generation EU) contribuirán a fijar las prioridades y a anclar proyectos que deberían ser estratégicos para una Europa diferente en 2030.
La economía sostenible, la recuperación de industrias para reducir la dependencia de las cadenas globales de suministro, la transformación digital de pymes, la modernización de la administración pública, la movilidad urbana, la autonomía energética o el fortalecimiento del sistema de salud pública aparecen como ejes de crecimiento.
El éxito de los fondos reside en la condicionalidad de las reformas, cuya agenda vincula la financiación a proyectos concretos y a la evaluación de las políticas públicas. Las inversiones en educación, en las redes de hospitales, las universidades o las administraciones públicas son elegibles, si cumplen con criterios de edificación verde y sirven a la transformación de los servicios.
El estribillo repetido en Bruselas es la calidad del gasto, la eficiencia y la sostenibilidad de las iniciativas. La colaboración público-privada, la educación continuada y el entorno amigable con los negocios son valores seguros dentro del marco financiero plurianual (2021-2027, 1.074 billones de euros) y las líneas de financiación. Su valor alcanza 750.000 millones de euros (390.000 para subsidios, 360.000 en préstamos) más 540.000 millones de euros en gasto sanitario. Estas cifras representan el 17% de la renta nacional europea y se espera un efecto multiplicador por tres en el mercado interior.
Recuperar el honor perdido del acervo comunitario
La condicionalidad política, con todos los matices que quieran los gobiernos de Hungría y Polonia, está en la esencia de la construcción europea. La función de contrapeso que ha ejercido el Parlamento Europeo, más el liderazgo institucional de Angela Merkel, sirven para recuperar el honor perdido del acervo comunitario.
La Unión Europea de 2030 no puede ser un club mercantil sin aspiraciones de proyecto político, porque en ese escenario la tentación de Siracusa –léase la atracción por las inversiones chinas o rusas sin ataduras de cumplimiento de unos criterios propios de las democracias liberales– es más que probable. Las libertades políticas son relevantes para la recepción de fondos.
Asimismo, está claro que no vivimos un “momento hamiltoniano”, como algunos autores escribieron allá por abril y mayo de este año. No hay consolidación fiscal, no tenemos coronabonos y no los habrá en el corto plazo. La mutualización de la deuda no aseguraba a los países cartujos –Países Bajos, Austria, Suecia y Dinamarca– más liberalización en tecnología o mercados digitales ni un incremento del IVA o la disciplina fiscal.
La tímida emisión conjunta de deuda es un éxito para garantizar una solución mancomunada para las dos próximas generaciones de europeos. Si alguien espera la resurrección de Alexander Hamilton, quizás sea mejor impulsar una política industrial europea común sin campeones nacionales, acciones de oro, ejes franco-alemanes ni barreras artificiales al crecimiento.
La tan mentada resiliencia pasa por la capacidad de ser flexibles en sectores estratégicos con inversiones distribuidas por todo el territorio, no solo en el cauce del Rin. Ante la transformación digital, el poder normativo europeo puede limitar el dominio chino o estadounidense de las redes de 5G, pero no puede crear grandes tecnológicas. Quizás la lección de la vacuna sea esta: los 900 millones de euros necesarios son resultado de las políticas europeas de investigación, la inversión privada y el derecho a la salud.
La incógnita del Brexit
El año próximo aún estará por despejarse la incógnita del Brexit, que ya anticipamos que será antes un proceso que un punto final a los acuerdos y los intercambios con el continente. La relación estrecha no se clausura con un acuerdo: el 43% de las importaciones proceden de países de la Unión Europea, mientras que una mala resolución contraerá el PIB europeo otro 0,5%.
No esperemos un gran acuerdo, sino la cesión troceada por parte de Reino Unido ante la imposibilidad de liderar una zona de libre comercio con Estados Unidos, Australia e India. La nostalgia imperial no ha dado los réditos esperados.
La vertebración de los fondos presenta dos coordenadas relevantes. El cambio climático puede ser una palanca de competitividad, si se alinea la acción europea con las prioridades de la Administración Biden.
El bloque político y comercial es una alternativa seria a la industrialización china, sin criterios medioambientales o sociales. La industrialización, con bases ecológicas y eficiencia energética, es el cimiento de la autonomía económica y estratégica, además de una vía preferente para la incorporación de nuevos socios en Iberoamérica y en el continente asiático.
Se consolidarán los corredores turísticos
En el ámbito del turismo, mientras la vacuna se normaliza, acabaremos por acostumbrarnos a los corredores turísticos, esto es, la correspondencia entre territorios europeos con bajo índice de infección. Es una buena noticia para las Islas Canarias y las Baleares, siempre que se cumplan los criterios de inspección y control epidemiológico.
Los fondos podrían destinarse a la expansión del seguro sanitario en aeropuertos y estaciones con prestación sustitutoria en caso de cuarentena. Los mecanismos de coordinación europea, la capacidad sanitaria sobre el terreno y el rastreo requieren un liderazgo europeo, no regional o nacional.
De igual modo, crecerá el turismo de proximidad, bien rural, bien activo. En espacios abiertos, la aglomeración se dispersa. Será necesario impulsar un turismo con soporte digital que apoye la preventa, la información actualizada en móviles o los bonos culturales para ordenar las visitas.
En suma, las vacunas abren un nuevo horizonte de recuperación económica. Cuando podamos salir a la calle, todo estará ahí listo y preparado para reactivarse. Las inversiones del fondo europeo son ingentes y pueden articular la transformación de Europa en un continente próspero y sostenible. Ya tenemos un marco legislativo de mínimos. Es el tiempo del liderazgo político con visión europea.
Juan Luis Manfredi, Profesor titular de Periodismo y Estudios Internacionales, Universidad de Castilla-La Mancha
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.