Sergio Martínez Vázquez, Universidad de Jaén; Antonio Hernández Martínez, Universidad de Castilla-La Mancha y Juan Miguel Martínez Galiano, Universidad de Jaén
La salud mental es una de las grandes olvidadas en la atención sanitaria. Aún lo es más si nos centramos en el proceso de embarazo, pues la ignorancia sobre este aspecto de la salud es todavía mayor.
En este proceso, al igual que durante el parto y el postparto, pueden aparecer alteraciones de la salud mental. Los trastornos más frecuentes son la ansiedad, la depresión y el trastorno de estrés postraumático. Quizá este último sea el más desconocido.
Todos ellos suponen un grave problema de salud para las madres de todo el mundo. Además, la situación está empeorando con la pandemia.
Trastorno con una larga trayectoria
Respecto al trastorno de estrés postraumático, la American Psychiatric Association describe entre sus síntomas la desconexión de la realidad, reexperimentación del evento que produce el problema, irritabilidad o incluso problemas a nivel físico.
Puede que, por el nombre, parezca un trastorno más relacionado con atentados terroristas y conflictos bélicos. Pero el trastorno se genera también como resultado del parto y de todo lo que alrededor de él acontece. Por eso, entre los síntomas, también hay que incluir los efectos negativos que se dan en el bebé, la pareja o la familia.
Con unas cifras de prevalencia altas, que parecen crecer a medida que lo hace el interés en el tema, nos preguntamos la relevancia de la salud mental en el embarazo, el parto y el postparto.
Qué actores intervienen
La importancia es capital. En esta “película” contaríamos con los tres mosqueteros y D'Artagnan. Es decir, la ansiedad, el estrés y la depresión, capitaneados por el trastorno de estrés postraumático tras el parto.
Cualquiera de estas patologías ya supone un incremento en el riesgo de desarrollar alguna de las otras. Si además participan antes, durante o después del parto, ejercen de “potenciadores” de signos y síntomas.
Este efecto no va únicamente en un sentido, funciona como un relé bidireccional. Todo está relacionado y todo puede afectar de forma negativa sobre lo demás. Es como un cóctel de bebidas afrutadas y coloridas, pero los colores se han tornado sepia, ocre y negro.
El escenario “escogido”: la pandemia
Realicemos un ejercicio de imaginación e integremos nuestros mosqueteros y sus interacciones en el escenario de la pandemia. En este, las necesarias medidas de control social nos arrebatan la socialización, ponen distancia entre nuestra red social y dificultan el apoyo.
Añadamos a ese escenario los meses de confinamiento total, acompañado de miedo, incertidumbre y un parto en el horizonte. Por último, recordemos que las cifras de la Encuesta Nacional de Salud más reciente estima que una de cada cuatro personas tendrá un trastorno mental a lo largo de su vida. En cifras netas, ya existen 450 millones de personas que padecen algún problema de salud mental.
Con esta escena ante nuestros ojos, nos pregunamos: ¿escapan las mujeres embarazadas de esas cifras?
Pandemia y mujeres embarazadas
Tal y como muestran los resultados, se han obtenido cifras altas de ansiedad, trastorno de estrés postraumático postparto e incremento de riesgo en las mujeres que previamente padecían ansiedad y depresión.
Los problemas mentales se han exacerbado. En otras palabras, las mujeres embarazadas experimentan un mayor número de problemas, durante más tiempo y con mayor gravedad.
El aislamiento durante el confinamiento provocó estrés y ansiedad. El miedo sustituyó a la cercanía y el amor del parto. Como consecuencia de ello, el riesgo de desarrollar depresión postparto aumentó.
El trastorno de estrés postraumático postparto vino después. El parto ya no era ese soplo de ilusión y optimismo que trae consigo conocer al nuevo miembro de la familia, tan deseado y esperado. Se convirtió, en muchos casos, en un evento que se recordaba y reexperimentaba de forma negativa.
Como detonantes, aparecieron las preocupaciones por la propia pandemia, por la salud del bebé y de la pareja o incluso por los familiares más vulnerables al contagio del covid-19.
Además, autores como Ravaldi destacan que el manejo inadecuado de la lactancia materna puede incidir de forma aún más negativa. Por ello, es fundamental un asesoramiento adecuado: las mujeres pueden lactar en tiempos de pandemia.
El final de la trama: ¿Incluye plot twist?
La salud mental no es el “villano” de esta cinta. En todo caso, es ese actor de reparto que se come la pantalla.
Normalizar la maternidad es necesario. Aumentar las herramientas de los profesionales sanitarios para identificar y responder a las necesidades de estas mujeres también.
Asimismo, dotar de medios y recursos a los centros sanitarios para atender de forma adecuada durante el embarazo, el parto y el postparto ayudaría a reducir la problemática derivada.
El objetivo es suavizar el impacto negativo de la pandemia e integrar la atención a la salud mental de forma orgánica junto con el resto de cuidados a la mujer gestante.
Recursos para mujeres con trastorno de salud mental
El trastorno de estrés postraumático postparto es un problema de salud muy presente en nuestra sociedad, aunque no se visualice en toda su magnitud. Es grave para las madres de todo el mundo y sus bebés.
Debido a la pandemia se ha agravado, pero la salud mental ya era importante antes. Por eso no podemos apagar el proyector y abandonar la sala porque no nos guste esta secuencia del rodaje.
Debemos desarrollar habilidades y competencias que den respuesta a las necesidades de las mujeres que experimentan algún trastorno de salud mental.
La condición humana no se entiende sin el concepto de socialización y ahora tenemos que poner un paréntesis en ello.
¿Y si lo afrontamos como una oportunidad para adaptarnos o reinventarnos? Reinventemos. Rehumanicemos el cuidado.
Sergio Martínez Vázquez, Profesor de Enfermería, Universidad de Jaén; Antonio Hernández Martínez, Profesor Enfermería Maternal e Infantil. Departamento de Enfermería, Fisioterapia y Terapia Ocupacional, Universidad de Castilla-La Mancha y Juan Miguel Martínez Galiano, Profesor, Universidad de Jaén
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.